Bloqueando 2017 reunió a escaladores en Pomani

Texto y Fotos: Hugo Santa Cruz

Alentado por Sebastián, mi compañero de cordada, me animo a escalar de líder –modalidad de ascenso que exige conocimiento técnico de equipo e implica un riesgo de caída sin peligro de accidentes severos– en una ruta que nunca antes intenté. Es la mañana del segundo día del encuentro de escalada BLOQUEando – 2017.

Después de pasarme las manos con magnesio y de hacer un análisis breve de la ruta, inicio mi ascenso. Concentrado, olvido al resto del mundo y de pronto somos solamente la roca y yo, con todo el cuerpo lo más adherido posible a ella, los pies firmes sobre los inconspicuos puntos de apoyo y los dedos aferrados a estrechas fracturas y diminutos agarres, voy asegurando la cuerda a las cintas express que dejo una a una en cada chapa que encuentro en la vía.

Hombres y mujeres demostraron su destreza durante el Bloqueando. En la foto, Antonieta Parra.

Continúo subiendo, confiado en la suficiente habilidad que creo tener para el grado de dificultad de la ruta y me doy cuenta que utilicé todas mis express y que solo me quedan unas muy pequeñas y frágiles a mi parecer, que minutos antes Darwyn, mi camarada de escalada de siempre, me había prestado. Estas cintas con mosquetones, que me recuerdan a mi llavero, me desconcentran por un momento y me quitan la confianza pero sigo ascendiendo y recurriendo al equipo que me queda, algo trémulo pero decidido a completar la ruta.

Esta cobertura se hizo posible gracias al apoyo de Boliviana de Aviación (BoA). Conoce todos sus destinos en este enlace: www.boa.bo

Estoy a unos 17 metros de alto y llego al crux –punto de mayor dificultad en la ruta– y siento la tentación de pedir a Sebastián que tensione la cuerda para que pueda descansar, pero mi deseo de hacer una ruta limpia es mayor y continúo. Observo que la próxima chapa está cerca, tomo la cinta express y trato de chaparla, pero escasos y a la vez infinitos centímetros me lo impiden y me veo obligado a llevar la cinta a la boca para tomar otro agarre que me permita suspender el cuerpo un poco más arriba y lograr llegar a esa inalcanzable chapa.

Con los pies temblorosos y todas las fuerzas que me quedan, tomo el agarre con la mano derecha, subiendo y cediendo todo mi peso a ella y sucede lo inevitable… La roca se fractura y caigo al menos cuatro metros, junto con el pedazo de roca. Sin entender del todo lo que había pasado, escucho varias voces preguntándome si me encuentro bien, con la pierna derecha dispuesta hacia arriba y la cabeza apuntando al suelo, después de tomar la cinta express que aún tenía en la boca, respondo que sí.

Una de las 60 rutas deportivas instaladas. Varias son multilargos.

Algo adolorido, más psíquica que físicamente por no haber completado la ruta, desciendo lentamente, pensando en cómo esa pequeña cinta express, a la cual juzgué de “frágil”, había evitado un posible desastre. Una vez abajo, algo desilusionado, reflexiono en mi error por no haber evaluado mejor la ruta en mi ascenso, lo que me hace pensar que aunque he dedicado ya varios años a este deporte aún soy un principiante.

Una vez libre la ruta donde caí, Iñigo Pavisich, escalador cochabambino de 16 años, se ofrece a completarla. Asciende también en modalidad líder, pocos minutos después coloca la reunión –anclaje principal de seguridad– a más de 30 metros de alto al final de la ruta; desciende con toda tranquilidad y cede la vía a Mirko, su hermano de 14 años, quien luego da paso a Cristina, su madre de 50. Ambos escalan también hasta el final sin mayor dificultad.

A pesar de no ser una ruta tan compleja, no deja de sorprender la habilidad de ciertos escaladores, sin importar su edad, género u origen. Cristina Alonso oriunda de España, que vive hace un par de décadas en Bolivia, es una de las escaladoras pioneras en el país que transmite ejemplarmente sus conocimientos deportivos a sus hijos y a un significativo grupo de seguidores de distintas generaciones.

Este panorama refleja que la escalada en roca no es una actividad lúdica solamente de fin de semana. El nivel de dificultad que quieras alcanzar dependerá de la perseverancia, la práctica y la disciplina. En BLOQUEando participan escaladores con diversos niveles de formación: profesionales, intermedios, principiantes y curiosos por la aventura; jóvenes, adultos y familias con niños y adolescentes. Todos ellos viven motivados por escalar por los Andes y por la naturaleza de sus montañas y rocas.

En el paisaje se levanta imponente la gran roca de granodiorita que representa el corazón del Mururata.

BLOQUEando es un evento internacional que se organiza desde hace más de 10 años con la finalidad de dar a conocer la escalada en roca en Bolivia, desarrollar los diferentes sectores para la práctica de este deporte y reunir a escaladores nacionales e internacionales. Desde el año 2007, el festival se ha realizado anualmente en diferentes zonas del país: Curahuara de Carangas, Valle de Challkupunku (ambos en Oruro), Valle de las Rocas (Potosí) y por primera vez este año en Pomani (La Paz).

Pomani es un ayllu originario perteneciente al municipio de Ayo Ayo, ubicado entre la carretera que une La Paz con Oruro. Esta comunidad cuenta con una roca de granodiorita de 100 metros de alto en su parte más elevada, por unos 400 metros de ancho aproximadamente, con un alto potencial para la escalada en roca.

Este sitio fue sido descubierto por Daniel Aramayo –principal impulsor de BLOQUEando– en el año 2000. Pero por diversos motivos, recién entre 2016 y 2017 se pudo equipar la roca con suficientes chapas como para poder realizar el evento deportivo. Es de esta manera que, tras un esforzado trabajo de trece expertos y apasionados escaladores, liderados por Aramayo y gracias al apoyo de la empresa PETZL, hoy la gran roca cuenta con 60 rutas que varían de nivel de dificultad entre 4 a 7B-C, una modalidad de medición francesa.

Daniel, quien también dirige el Club Vértigo en la ciudad de La Paz, es uno de los principales creadores del BLOQUEando y además es un referente nacional e internacional en cuanto a escalada deportiva y el bouldering en Bolivia, así como en seguridad industrial en altura. Y a pesar de haber sufrido un serio accidente hace poco, esquiando en los andes chilenos, aferrado a sus muletas, dirige el evento este año y continua liderando la organización, demostrando su fortaleza y profundo compromiso con lo que ha gestado, ya por más de una década.

La escalada en roca es un deporte que se caracteriza por contar con personajes de diversos arquetipos, muy singulares y con una estrecha conexión con las montañas, que va más allá de un deporte y un simple esfuerzo físico, trascendiendo también a lo psicosomático.

Recorriendo las diferentes áreas de escalada y áreas sociales, durante el evento se escuchan conversaciones en distintos idiomas, con frecuencia alemán, inglés y francés; además de aymara. Me complace el poder apreciar y vivir el intercambio cultural, entre los más de 100 participantes de 12 países y de distintos puntos de Bolivia, todos muy respetuosos con su entorno antropogénico y natural.

Esa roca tan sustancial por la que todos nosotros llegamos hasta este lugar, es aún más valiosa para los residentes locales, quienes la consideran sagrada; una especie de deidad denominada Achachila en la cultura aymara. Un espíritu protector a quien encomendamos nuestra seguridad antes de escalar, a través de un ritual llevado a cabo por los Mallkus, Jilakatas, Jilliris y Sullkas, autoridades originarias del Ayllu.

Escaladores y comunarios en plena Ch’alla pidiendo permiso a la roca sagrada.

Tras las palabras de bienvenida de los líderes comunales y del equipo de BLOQUEando, todos nos reunimos a los pies de la gran roca donde los guías espirituales inician el complejo ritual. Se preparan varios elementos, entre ellos hojas de coca, serpentina, pequeñas figuras en forma de automotores y viviendas, incienso, alcohol y vino que sirven para la k’oa y la ch’alla. Se enciende una fogata y tras incomprensibles oraciones –para mi persona al no entender el aymara– una de las autoridades recorre de rodillas una y otra vez del fuego a la roca, rociando con diversos elementos en cada parada. Luego que todas las autoridades son invitadas a ch’allar, algunos de nosotros también tenemos el privilegio de participar.

La ceremonia dura al menos unas dos horas y a pesar del deseo y las ansias de escalar, todos contemplan fascinados el panorama, respetuosos con las creencias indígenas, aprendiendo y formando parte de este ritual de la cultura andina.

Cuenta la mitología que esta solemne roca representa al corazón del Mururata (montaña de la Cordillera Real) y que fue arrancada en su pelea con el titán Illimani, quién también le había cercenado la cabeza y que ahora ésta sería el Sajama. De esta manera puede apreciarse que el carácter sagrado de la roca gigante se remonta a tiempos ancestrales milenarios, por lo que su importancia espiritual trasciende las fronteras del espacio y el tiempo, siendo muy valiosa para toda la cultura aymara y andina en general.

Julio Tambo, autoridad comunal comenta que cada 6 de enero se celebra la Wilancha, otro ritual en la roca, a la cual denominan Monte Calvario; donde agradecen a la deidad a través de la k’oa, la ch’alla y el sacrificio de animales como llamas y zorros, y piden a la vez que haya lluvia y sea un año productivo para sus cultivos y ganado.

La participación de la comunidad fue fundamental para el éxito del evento, fuera de la ceremonia espiritual, también participaron compartiendo con los visitantes, vendiendo sus productos alimenticios y artesanales y hasta escalando en las rutas deportivas.

Los participantes posan para el fotógrafo oficial del Ayllu aymara Pomani.

Tras unas entrevistas y sesión de fotografías con los comunarios, dos de ellos, Víctor y Julio, me preguntaron si podía tomarles fotos escalando. Dudoso consulto a la organización si era posible, y nos designan al guía Sergio Condori para que nos colabore y que ambos puedan escalar mientras registro el momento. Equipados con arneses y cascos nos dirigimos a la roca, donde estaba el guía buscando una vía relativamente sencilla para que puedan ascender en modo top rope –con la cuerda suspendida hasta el final de la ruta sin ningún riesgo de caída–.

Una vez en el sitio, Sergio procede a dar instrucción a Víctor y a Julio, en su lengua nativa, acerca de la seguridad y de cómo escalar. También escuchan atentos algunos otros comunarios que nos acompañaron, curiosos de observar la hazaña de sus amigos. Julio es quien se anima primero y tras un par de resbalones con sus abarcas de goma, decide escalar descalzo y, sorprendentemente, tras unos minutos logra comprender muy bien el sistema y llega al final de la ruta a unos 30 metros de alto. Ovacionado por todos los espectadores desciende sonriente, feliz de haber vivido esa aventura por primera vez. Víctor continúa con éxito similar.

Julio Tambo escalando por primera vez y descalzo.

Las instrucciones en aymara de Sergio fueron precisas y comprendí que era justamente él quien debía ser el instructor para los comunarios, no solamente por compartir la lengua materna sino por su perfecta habilidad de instrucción, producto de una larga trayectoria en las rocas.

Sergio es un guía certificado de alta montaña que es miembro de la Asociación de Guías de Montaña y Trekking de Bolivia (AGMTB). Sus 19 años de experiencia en la escalada en roca y hielo, estudios en Francia y una amplia experiencia práctica en la Patagonia Argentina y en los Andes bolivianos, junto a su pasión y dedicación a las montañas, lo convirtieron en uno de los mejores montañistas bolivianos.

Sebastian Melgar en pleno ascenso en la ruta 6B.

Sergio creció a orillas del lago Titicaca en Sampaya y Titicachi, en la casa de sus abuelos, desde donde cada atardecer contemplaba al Illampu, el cual consideró como su fuente de energía, de vida e inspiración durante su niñez mientras anhelaba poder escalarlo. Pero su abuelo le advertía que la montaña era sagrada, que podía ser peligrosa y que quizás no volvería si lo intentaba. Pero este personaje, que creció rodeado de visitantes de todo el mundo en la embarcación de su padre, quien trasladaba turistas de Copacabana a la Isla del Sol, a los 12 años ya era un guía de turismo bilingüe y así prosiguió en el mundo de los viajes hasta convertirse en el Sergio de hoy.

Cuando menciono que lo consideran como uno de los mejores guías de montaña en el país, sonríe y responde: “los mejores guías están bajo tierra, solo los guías viejos sobrevivimos”.

Tras tres días de aventura, con estas y muchas otras historias, concluye BLOQUEando 2017. Solo quedan unos cuantos que se rehúsan a abandonar la gran roca, que también es sagrada para los escaladores.

Para saber más acerca del evento, visita: http://www.bloqueando.com


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