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Por Heiver Andrade Franco

Hace frío, una brisa húmeda golpea su rostro pero como todas las noches -desde hace muchos años- sigue su largo recorrido por las calles de Santa Cruz de la Sierra. Ella va en busca de botellas pet, papel blanco, periódicos viejos, revistas usadas… “todo sirve”, dice Faustina Méndez, de la Asociación de Recolectores 27 de Mayo.

Una vecina -de esas personas que tienen la virtud de hacer “separación en origen”- sale a su encuentro y le invita a pasar a su casa. “Tengo botellas pet, llévatelas”, le dice y camina por delante como invitándola a que le siga. Faustina parquea su carrito en el que a diario transporta su preciada mercancía y luego camina tras de la amable mujer… “Una noche con suerte”, piensa.

Un par de minutos después, sale de la casa con la primera bolsa llena de botellas  y con entusiasmo la carga a su carrito , inmediatamente va por la segunda; tiene que aprovechar la oportunidad y aprieta el paso con la agilidad que le permiten sus avanzados 65 años. Carga de prisa el material reciclable y retorna a la calle. Sin embargo, al llegar a la vereda la expresión de su cara cambia radicalmente; la bolsa resbala y cae al piso porque sus manos quedan sin fuerzas, se agarra la cabeza con desesperación y las lágrimas corren por sus mejillas. Intenta gritar y empieza a correr enloquecida de un lado a otro. ¡El carrito no está!

 Corre sin rumbo por la vereda de la venta de doña Jacinta, pregunta a todos si han visto su carrito, sin recibir respuesta alguna. Vuelve desesperada sobre sus pasos y gira al lado izquierdo para continuar la búsqueda. Grita, llora, pregunta a todo el que pasa por su lado y nadie ha visto nada.

Casualmente circula por la zona una camioneta de la empresa Solvi VEGA. Sus ocupantes se dan cuenta del robo y se apiadan de la desesperación de la anciana. La suben al vehículo y empieza nuevamente la infructuosa búsqueda del preciado carrito; pero no apareció, se esfumó como por encanto.

Las lágrimas gruesas de Faustina no paran. Quien se llevó el carro se llevó consigo su principal patrimonio, el objeto que le permitía ganar el dinero para sustentar a su familia, para que sus hijos estudien y coman. No se trata de un simple carrito, es el instrumento que le permitía soñar que algún día el “buen vivir” -que nunca entendió pero del que escuchó varias veces- llegaría a su casa. Era la herramienta con la que garantizaría, gracias a su trabajo, una vida más tranquila, con hijos profesionales, con nietos corriendo a media tarde en el patio de su casa, a la sombra del cupesí que ella misma plantó de chica.  Lo que tanto y desde hace tantos años había soñado se diluye entre sus lágrimas al perder ese objeto en el que a diario cargaba kilos y kilos de residuos considerados basura en las casas y calles pero que para ella, al igual que para muchos recolectores, significan dinero.

Alberto Saucedo, Supervisor de Solvi VEGA, testigo de todo el drama de Faustina, estuvo entre los que acompañaron en la búsqueda pero no se le escuchó ni una palabra. Al igual que los demás ocupantes vio la tristeza de esta mujer trabajadora de la tercera edad y retornó a su casa pensando en ese episodio; no pudo dormir casi toda la noche. Ese golpe de realidad que vivió le mostró como un baldazo de agua fría la situación que viven hoy tantas familias bolivianas sumidas en la pobreza y que muchas veces olvidamos o ignoramos.

Conoció a uno de esos seres nobles que tanto beneficio brindan a la ciudad y que muchas veces son como individuos “invisibles” cuando pasan por nuestro lado. Aquellos recolectores que sufren la indiferencia cuando en ocasiones preguntan si tenemos en nuestras casas botellas, papel, revistas, cartón o cualquier material que ellos pudieran recuperar.

Pasaron dos semanas desde aquel triste acontecimiento. Es lunes 19 de junio y el celular de Neida Tamayo, presidenta de la Red de Recolectoras Santa Cruz, suena. ¿Y ahora quién es?, se pregunta antes de contestar. Del otro lado de la línea, Alberto Saucedo –un desconocido para ella- le pide que le ayude a ubicar a Faustina Méndez. Además le dice que pasen por las oficinas de EMACRUZ ese mismo día por la tarde porque quiere entregarle un carrito que él personalmente había hecho construir para la señora de las lágrimas gruesas que lo conmovió aquella noche de invierno.

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Neida Tamayo, presidenta de la Red de Recolectores Santa Cruz, junto a Fasutina Méndez (centro) y Alberto Saucedo.

Esta tarde de lunes, sin duda alguna quedará entre los recuerdos más dulces de Faustina. Nuevamente caen lágrimas sobre los pliegues de su piel que dan cuenta de su sacrificado trabajo, pero esta vez llora de felicidad. Su emoción es tan grande que no puede hablar y apenas alcanza a balbucear un tímido: “gracias ingeniero”.


Apuntes del autor: Esta historia real nos hace soñar y pensar que la vida está llena de oportunidades, que todavía existe gente buena como Alberto Saucedo, que vale la pena seguir pechando el carrito, la familia, los hijos, los nietos. Gracias Alberto, no te conocemos pero sabemos de tu generosidad.

Un abrazo a Neida Tamayo, Felicia Condori, Candelaria Calle, Agustina Méndez, Karina Rivero Pérez, integrantes del Directorio de la Red de Recolectores Santa Cruz, incansables luchadoras por los derechos de su sector.

¿Quieres apoyarlas? Separa los residuos en tu barrio y llamen a la Red de Recolectoras Santa Cruz para que recojan los reciclables 71674213

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Firma-Doly Leytón