Filomena, la mujer que lucha por mantener viva la cultura santiagueña

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Filomena durante uno de sus paseos por el Valle de Tucabaca. Foto: Anke Drawert

Después de ejercer durante 40 años la docencia, doña Filomena volvió a su natal Santiago de Chiquitos con el propósito de recuperar las tradiciones que se estaban perdiendo. Logró que se recupere las danzas autóctonas y el Carnaval de antaño. Conocedora de los más recónditos sitios que encierra el Valle de Tucabaca, a sus 74 años sigue firme tras su propósito: escribir un libro que será su legado, cargado de historia de las tradiciones y costumbres de su pueblo.


Cecilia Requena Gallo

Estar a su lado es como estar con un libro abierto que te revela un mundo de conocimientos. Tal vez por su innata vocación de enseñanza o su insaciable curiosidad, doña Filomena Vargas conoce hasta el más mínimo detalle de su tierra natal, Santiago de Chiquitos, y de esa imponente naturaleza que la abraza: el Valle de Tucabaca.

Nació el 5 de julio de 1943,  y se crió en el campo junto a sus abuelos. De ellos aprendió a sobrevivir comprando sólo sal, querosene y harina de maíz porque todo lo demás lo producían ellos mismos; desde la manteca y el charque, hasta el café. Las calles de su pueblo no tenían pavimento ni losetas y en el pueblo no se conocía la energía eléctrica.
Con nostalgia recuerda que su vida escolar fluctuó entre Santiago de Chiquitos, Roboré y San José de Chiquitos, pero que fue en Santiago, ubicado a 22 kilómetros de Roboré en el departamento de Santa Cruz, donde encontró su vocación. Allí, con apenas 15 años se inició como profesora.

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Doña «Filo» posa junto a sus niños durante el Festival de Música y Arte para la Conservación realizado este año en Santiago.

“Me gustaba ir con una de las monjas del colegio para ayudarla a hacer estudiar a los niños, por eso cuando a una de ellas le dieron su vacación me llamaron para que yo ocupe su lugar”, recuerda.

Así inició una carrera que se prolongó durante cuatro décadas y que la llevó a trabajar de Santiago de Chiquitos, desde 1959 hasta 1970; a Roboré, de 1971 a 1999, donde finalmente se jubiló, y dónde vivía con su madre, sus sobrinas y sus nietos.

Sin embargo, al año de retirarse, su madre decidió retornar a Santiago de Chiquitos. Al poco tiempo sus sobrinas siguieron el mismo camino, y finalmente sus nietos también decidieron marcharse. “Me empecé a sentir triste, llegaba a mi casa en las noches con ganas de llorar porque me sentía sola”, relata. Por ello, en 2002 decidió volver a Santiago y, luego de establecerse, desde el 2003 empieza a trabajar como guía de turismo con la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC). Hace unos años dejó esa labor y se ha dedicado de lleno a su fin principal.

“Durante el tiempo que trabajaba como profesora me iba todos los fines de semana con mis amigos y hermanos a recorrer los alrededores de Santiago y Roboré, de manera que llegué a conocer muchos lugares. Por eso cuando empecé como guía de turismo con la FCBC era la que mejor conocía”, afirma.

Pero su vuelta a Santiago tenía un propósito más ambicioso y claro: rescatar las tradiciones del pueblo.

Para doña Filomena el punto de inicio en su tarea de recuperar la cultura santiagueña fue el 3 de julio de 2003, cuando logró presentar una danza típica durante el acto de inauguración de una huerta jardín. “Después de tantos años no estaba empapada del todo pero busqué quién toque la música, quién enseñe los pasos y bueno… finalmente sacamos la danza. Ese fue mi ‘bautismo’ como rescate de la cultura”, asegura.

Ese año continuó con el trabajo de rescate, pero esta vez enfocada en el Carnaval. Ese siguiente paso lo logró con el apoyo de una radio local en la que difundió información enfocada en recordar el Carnaval de antaño.  Con esta tarea comunicacional logró entusiasmar a muchas personas del pueblo y el siguiente año se organizó en Santiago el primer Carnaval recuperando antiguas tradiciones.

El sábado de corso se realizó la reunión de todas las comparsas, como era tradicional, con cada uno de sus integrantes disfrazados de diferentes personajes. El domingo se revivió el “butucún”, una danza en la que las mujeres llevan collares de bizcochos, pan, pedazos de queso o guineos, y los hombres se ‘flechean’ los unos a los otros de la rodilla para abajo, y con una flecha que lleva en la punta una cera redonda para no lastimar.

“Sólo deben participar aquellos que han tenido problemas o que están resentidos por alguna situación. Cuando las dos personas que están enojadas se ‘flechean’, quiere decir que las dos se han herido, entonces se dan un gran abrazo en señal de perdón y el Carnaval continua”, explica acerca de esta tradición.

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En 2014 participó de la primera caravana que cruzó el valle de Tucabaca. En una de las paradas compartió con el grupo parte de sus conocimientos.

El día lunes se trae un toro que representa la maldad del pueblo, por lo que un laceador tiene que enlazarlo y caparlo para simbolizar que se debe sacar de raíz la maldad que hay en el pueblo. El martes se realiza la “huasqueada”, que es un acto familiar en el que también se busca limar asperezas. Los familiares que deseen participar se congregan frente al atrio de la iglesia y de rodillas se ‘huasquean’ entre ambos. El acto concluye cuando terminan dándose un abrazo de paz.

“No me olvido nunca que después de ese Carnaval se me acercó una viejita y me dijo: gracias comadre por devolvernos nuestro Carnaval. Aunque siempre haya gente que se oponga o critique, esas cosas te llenan por uno sabe que lo dicen de corazón”, asegura.

su gran sueño: escribir un libro sobre las tradiciones santiagueñas

Después de consolidar el Carnaval de antaño, doña Filomena retomó el trabajo de recuperar las danzas típicas. Junto a la FCBC se logró rescatar la danza de los Yarituses, un baile que fue presentado para la pascua de resurrección y que no se veía en el pueblo desde hacía décadas. Como esa, se han rescatado al menos otras siete danzas tradicionales de Santiago de Chiquitos, como ser bejuco, lanza, los abuelos, y butucún, entre otros.

Incansable, ha logrado conformar un grupo de niños y adolescentes a quienes incentiva para que aprendendan bailes típicos de esa región chiquitana. Doña Filomena es una mujer incansable en su búsqueda por conservar aquello con lo que creció y en lo que cree firmemente: Santiago de Chiquitos, su fuerza y fuente inspiradora.

Un sueño de muchos años pero que no ha encontrado ningún apoyo para consolidar es escribir un libro acerca de las tradiciones santiagueñas para que sea incluido en los textos escolares de las unidades educativas del pueblo. Este libro, según Filomena permitirá guardar y pasar la información de las tradiciones a las generaciones venideras.

Todos quienes la conocen dicen que es un libro andante, que posee información valiosa acerca de las costumbres y tradiciones de Santiago de Chiqutitos pero aún así, el anhelo de plasmar sus conocimientos en un libro real sigue siendo sólo un sueño.

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El sueño de doña Filomena es publicar un libro para que los niños santiagueños nunca olviden las costumbres y tradiciones de su pueblo. Lleva años comentando la idea a quien la escucha pero no ha logrado el apoyo para concretar su propósito.

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