Por Heiver Andrade Franco Fundación Amigarse / [email protected]

El principal mandato del acuerdo de París gira en torno a cómo reducir emisiones, reducir vulnerabilidad, incrementar resiliencia y fortalecer nuestra capacidad de adaptación; si bien se pretende llegar a finales de siglo con un incremento de temperatura menor a 2,7 grados, en el caso de nuestro país, la realidad nos hace ver que para que ello ocurra; todavía está faltando, capacidad, conocimiento y convicción; para que de la mano de la innovación realicemos un viraje hacia las nuevas economías y permita entre otras cosas, un salto hacia las energías alternativas(eólica, solar, biomasa), lamentablemente esto todavía no está ocurriendo con la celeridad necesaria, en un contexto marcado por la urgencia; a ello se suma el incremento de la población, migraciones y consecuentemente, el crecimiento de las ciudades, al punto de poner en riesgo su sostenibilidad, en un país donde aproximadamente el 80% de la gente vive en zonas urbanas.

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Cuando en los primeros días de noviembre, los grifos de la ciudad de La Paz y El Alto dejaron de emanar agua, y parte de la urbe de más de 2 millones de habitantes se quedaron sin este líquido vital, era algo que ni remotamente había pasado por la cabeza de los hermanos paceños. La realidad, es que este evento generó una extraordinaria reflexión y permitió que varios Municipios pasaran del status de preocuparse a “ocuparse” del tema, por lo menos eso es lo que se espera de aquí en adelante, considerando que en la gestión 2016 fueron 140 municipios de Bolivia que tuvieron periodos de escasez y existe la urgencia de pasar a una gestión estratégica, si queremos evitar que el problema retorne o se profundice en el próximo periodo de estiaje y no exista “lluvia soberana” que nos salve; las preguntas que surgen son ¿Las ciudades en Bolivia son resilientes? o ¿deben empezar a trabajar en ello?. En este caso, ¿dónde está inmersa la responsabilidad social empresarial?

resilicencia

El concepto de Resiliencia tiene su origen en el idioma latín, en el término resilio que significa “rebotar” y “volver a entrar saltando”. Para la Física, la resiliencia es la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones. Para la Ingeniería, define la posibilidad que tiene una viga de soportar peso sin quebrarse. Para la Metalurgia, se trata de la aptitud de algunos metales para contraerse, dilatarse y recuperar su estructura interna. Para la Osteología consiste en la facultad de los huesos para crecer en el sentido correcto después de una fractura. Para las ciencias Sociales, es la capacidad de superar las situaciones de adversidad y construir sobre ellas. Finalmente para el IPCC define a la resiliencia como, la habilidad de un sistema y sus componentes para anticipar, absorber, acomodarse o recuperarse de los efectos de un evento peligroso de manera rápida y eficiente.

Así como hoy, el político que quiera tener una carrera exitosa debe profundizar su conocimiento en la ciencia del Cambio Climático, es vital que el empresario incorpore los conceptos de sustentabilidad y resiliencia en el corazón de su estrategia de negocio, pero entendiendo que no solo estamos hablando de ahorrar agua, energía y/o reciclar; que, es necesario saber que las alteraciones climáticas que hoy , como el caso del agua, pueden convertirse en una amenaza, y puede generar desequilibrios en las regiones, ya sea por escasez de agua, alimentos, sequia, aridez del suelo, inundaciones, migraciones, entre otros. El convertirse en empresa resiliente junto al CEO resiliente, gerente y empleados resilientes en el contexto presente y futuro, le permite aprender a leer el contexto, aplicar en todo su alcance la responsabilidad social empresarial y estar preparado con un plan de mitigación para resistir eventos futuros y aprovechar mejor las oportunidades. Esto significa también, entender la importancia de la Agenda 2030(17 Objetivos de desarrollo Sostenible), y ser parte de ella.
Bolivia, desde el punto de vista ambiental y de la responsabilidad social empresarial; a partir de noviembre 2016 no será la misma, por lo menos no debe serlo; porque es necesario pensar que el contexto exige mejorar nuestros procesos productivos, innovando para poder producir “más con menos” y reduciendo las externalidades negativas; será necesario por ejemplo, aprender a medir y reducir la huella de carbono y la huella hídrica , donde la producción responsable incluya principios de economía circular, economía azul, economía verde; el mercado cada vez más sensibilizado permita que, el consumo consciente ejerza su poder de compra, y la resiliencia garantice visión de sustentabilidad.
Los científicos no cesan de advertir que las trágicas consecuencias del cambio climático están a la vuelta de la esquina. El problema está, en que gran parte de nuestras economías se basan en carbón, petróleo y gas natural y a pesar de los avisos de la naturaleza las inversiones más fuertes del Gobierno están todavía dirigidas a este sector; petróleo que mueve el transporte; carbón y gas natural el sector eléctrico; es por eso la urgencia de empezar a promover las energías limpias que giran en torno a las nuevas economías.
Finalmente, si consideramos que para el año 2025, dos tercios de la población mundial vivirá en una zona de estrés hídrico; que en el 2016 superamos las 400 partes de dióxido de carbono por millón de partículas de aire(PPM) , que a partir del 8 de agosto/16 tuvimos el déficit ecológico(Huella Ecológica ), está por demás pensar que hablar de reducir emisiones, reducir vulnerabilidad e incrementar resiliencia; son los temas que todos debemos ocuparnos, y las empresas deben incorporar en sus modelos de gestión, como parte de su responsabilidad social empresarial, y no esperar que exista una normativa que lo imponga.
La temperatura en Santa Cruz subió a 38 grados la semana pasada, esto debe recordarnos que el 2016 fue considerado el año más caliente de la historia , y que es necesario, de la mano de la Resiliencia y la RSE, apretar el acelerador a fondo!


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