Durante cuatro días una caravana de más de treinta personas se adentró en los lugares más recónditos de la Reserva Departamental de Vida Silvestre Tucabaca. Allí se conoció de cerca las necesidades y vivencias de las comunidades que se encuentran al límite de la reserva. Se disfrutó de escenarios paradisíacos y se recorrió las sendas abandonadas de quienes atravesaban el corazón del Valle de Tucabaca en busca de madera.


Cecilia Requena Gallo

En el marco del Proyecto Diálogo Regional sobre Manejo Ambiental y de Recursos Naturales en los Países Andinos (Dirmapa), que se ejecuta en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, con el apoyo financiero de la Cooperación Alemana a través de la GIZ, la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC) llevó adelante la primera caravana “Conociendo nuestra área protegida Tucabaca: sus paisajes, gente y recursos naturales”. Esta se desarrolló del 7 al 10 de septiembre, con el objetivo de identificar, conocer y analizar los conflictos socioambientales que existen en la reserva.

Con esa misión, la caravana partió de Roboré el 7 de septiembre integrada por un grupo de más de treinta personas, entre autoridades locales, líderes comunales, miembros de la reserva, fotógrafos de la naturaleza y medios de comunicación. Durante el recorrido se visitaron las comunidades de El Jordán y Aguas Negras, se visitaron los lugares más turísticos de la región y se conoció de cerca las experiencias de los guardaparques atravesando el Bosque Seco Chiquitano, una travesía que duró más de 12 horas.

Diálogos necesarios

Las experiencias, información compartida y enseñanzas aprendidas se tradujeron en un éxito para los organizadores de la caravana.
Las experiencias, información compartida y enseñanzas aprendidas se tradujeron en un éxito para los organizadores de la caravana.

Una visión netamente productivista y la frustración de vivir en comunidades que carecen de los servicios básicos fueron los ingredientes que generaron momentos de tensión durante las reuniones que los miembros de la caravana tuvieron en las comunidades de El Jordán y Aguas Negras. Pero justamente ese tipo de conflictos fue para lo que se habían preparado las autoridades y funcionarios que vienen participando activamente en los talleres del proyecto Dirmapa. Fue en realidad, un “examen práctico” para todos ellos.

“Hay un convicción errada de que la conservación es prohibición, a ellos todavía les falta información de que la conservación significa usar los recursos pero sin acabarlos, porque eso no es sostenible. Sin embargo, fue algo positivo porque ellos vieron el movimiento de la caravana y aprovecharon para exponer sus necesidades al tener la presencia de algunas autoridades”, expresó Julio César Salinas, encargado del proyecto Dirmapa.

«Muchos ven las áreas protegidas como un obstáculo para producir más y obtener más recursos económicos»

Con él coincide Ronald Zeballos, presidente del Concejo Municipal de San José de Chiquitos y vicepresidente del Comité de Gestión del Parque Nacional Histórico Santa Cruz La Vieja. “Muchos ven las áreas protegidas como un obstáculo para producir más y obtener más recursos económicos, pero no miramos desde el otro punto de vista, el factor climático, hídrico, medioambiental, el valor que dan las áreas protegidas”, afirma.

A pesar de todo ello, los diálogos fueron necesarios y se sentaron las bases para trabajar a partir de todo lo expuesto. “Hay mucho por avanzar, y esto nos deja como desafío ante las autoridades la gestión de los servicios mínimos para estas comunidades. Es necesario retribuir de alguna manera si queremos que estas comunidades actúen como los centinelas que brinden la protección al área protegida”, sostuvo Rubén Darío Arias, presidente del Comité Civico de Roboré, y presidente de Comité de Gestión de la Reserva de Tucabaca.

Fuente de vida

Un aspecto que se resaltó durante la caravana, fue el papel vital que juega la reserva de Tucabaca en la conservación de los recursos hídricos para la región. En la serranía de la reserva se generan las fuentes de agua que luego proveen de este líquido elemento a todas las comunidades que rodean el área protegida.

DSC04999La reserva genera además, valiosos aportes de agua al río Tucabaca, corriente que posteriormente alimenta al pantanal Otuquis, un ecosistema de importancia mundial. Se estima también que existen más de 1500 especies de plantas, como ser tajibo, curupaú, verdolago, pesoé, entre otras.

“Los pocos estudios que se han hecho sobre identificación de plantas endémicas señalaron que la reserva tiene el mayor potencial de endemismo en todo el oriente boliviano. Una pequeña muestra hecha en la serranía identificó alrededor de 35 plantas endémicas para Bolivia, Santa Cruz y una que otra para el mundo”, informa Richard Rivas, director de la Reserva Tucabaca.

Problemas que preocupan

Cuando se hizo el planteamiento de la Reserva de Tucabaca se tenía todo tipo de conflictos socioambientales como los asentamientos ilegales, extracción ilegal de manera, caza furtiva, incendios, contaminación de las fuentes de agua, e incluso actividades que no se están dando pero que son un problema latente, como es la extracción minera.

Árboles como el morado, y el roble, prácticamente ha desaparecido a causa de años de incesante extracción. “Los incendios forestales, debido al crecimiento de las comunidades que basan su subsistencia en el chaqueo, también se convierten en una fuerte amenaza para el parque”, señala el titular del área protegida.

Como una medida para paliar estos problemas, la dirección del parque decidió construir puestos de control ubicados estratégicamente en las zonas donde la reserva es más vulnerable a estas amenazas. De esta manera se coordina la ronda permanente por estos puestos en las temporadas donde ya se conoce se puede generar mayor actividad ilegal.

Sin embargo, un problema que aún no se manifiesta pero es un conflicto latente es la extracción manera. Se conoce, aunque no oficialmente, que existirían al menos 17 concesiones mineras que afectarían a la Reserva de Tucabaca.

“Hay una preocupación muy fuerte por parte de la población porque se hace el análisis de qué es lo que pasaría si se llega a explotar recursos minerales en la serranía, y lo primero que la gente identifica es el impacto en la calidad y cantidad de agua; y segundo, la contaminación, cómo afectaría el paisaje, algo de lo que la gente está muy orgullosa. Es por ello que se han opuesto en las oportunidades que alguna empresa quiso iniciar actividades de exploración”, aclara Salinas.

Compromisos asumidos

Las experiencias, información compartida y enseñanzas aprendidas se tradujeron en un éxito para los organizadores de la caravana, que incluso antes de que llegara a su fin, ya se estaba planteando la posibilidad de realizar una segunda versión.

“Para mí ha sido muy interesante participar de esta caravana porque es necesario conocer estos instrumentos de conservación que son el futuro para nuestros descendientes”, afirmó Zeballos, concejal municipal de San José de Chiquitos, a tiempo de señalar que se lleva como compromiso el gestionar mayores recursos para estas reservas “porque todos piden obras de cemento pero nadie se preocupa por prever recursos para el sustento de las áreas protegidas. Son muchos los beneficiados, pero pocos los que se interesan en proteger”, sentenció.

De la misma manera, el titular del Comité de Gestión de la Reserva de Tucabaca, señaló que al final no sólo depende de la gente que vive alrededor de la reserva cuidar de este espacio. “Creo que es más necesario concientizar a nuestras autoridades sobre la importancia que tiene el medioambiente, y los servicios que nos prestan, como el oxigeno y el agua, elementos vitales y fundamentales para nuestras vidas”, concluyó Arias.

Una oportunidad que se convierte en amenaza

En los últimos dos años se ha dado un boom turístico, que llegó de la mano con la construcción del corredor bioceánico.
En los últimos dos años se ha dado un boom turístico, que llegó de la mano con la construcción del corredor bioceánico.

Con escenarios paradisiacos que, como dice uno de sus lemas, son la antesala al cielo, el turismo en la región de Tucabaca debería ser una de los características más positivas para ser explotada por la gente de las comunidades. Y no es que este el destino no esté siendo promocionado, al contrario, en los últimos dos años se ha dado un boom turístico, que llegó de la mano con la construcción del corredor bioceánico, que está generando problemas por la cantidad de turistas que llegan hasta estos destinos.

“Si bien debería ser una gran oportunidad, por el grado, la intensidad que se está dando, está empezando a convertirse en un conflicto porque rebasa toda capacidad de carga para los senderos, la capacidad de alojamiento y gradualmente puede ir empeorando si no se toman las medidas necesarias”, advierte Salinas. Se estima que actualmente en un día feriado, pueden llegar hasta 700 personas a los diferentes destinos de la región, como ser Aguas Calientes, Chochis, San José de Chiquitos, y El Mirador, entre otros, un número que antes de la construcción de la carretera reflejaba la cantidad de visitas anuales.

Se estima que actualmente en un día feriado, pueden llegar hasta 700 personas 

Para dar solución a esta problemática se está trabajando en la posibilidad de establecer un Sistema de Cobros (Sisco). “La Gobernación ha estado implementando este método en otras áreas protegidas, y lo hemos visto conveniente ya que el turismo descontrolado trae varias amenazas, como gente que viene y deja mucha basura, o que puede provocar incendios”, afirma Rivas.

Con el dinero recaudado se prevé mejorar los senderos, la señalética, y aumentar la cantidad de guías de turismo, porque ese es uno de los inconvenientes, pues son los turistas quienes acuden solos a los destinos quienes generan mayor impacto negativo en estos sitios.

Medicina que emana de la naturaleza

Gastritis, picaduras de insecto, reumatismo, ‘aire’, mal de riñones, y bronquitis, son apenas algunos de los males que pueden aliviar los remedios que preparan las 16 mujeres que conforman la Asociación de Medicina Natural Santiagueña, y que ya son un referente en la región.

El grupo surgió el 2009 a iniciativa de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC) que logró reunir en una misma estructura a mujeres que llevaban individualmente el emprendimiento de la medicina natural. “Nuestras abuelas y madres nos enseñaron a utilizar las plantas como medicina natural, por eso cuando nos juntamos aprendimos más con la que cada una de nosotras sabía”, asegura Patricia Frías, presidenta de la asociación.

Medicina natural

Paquió, tipa, y copaibo son algunos de los árboles que las mujeres utilizan como materia prima para elaborar al menos 10 productos entre jarabes, pomadas, té, y pastillas. Poco a poco el emprendimiento ha logrado despertar el interés no sólo de otras mujeres, con quienes comparten conocimientos, sino también con jóvenes del pueblo que buscan aprender sobre las bondades medicinales de los árboles nativos de la región. “Hasta ahora hemos inscrito a 20 jóvenes que quieren ser parte de la asociación y se les va enseñar sobre medicina natural”, relata Frías.

Los productos se los vende en Puerto Quijarro, San José de Chiquitos y en Santa Cruz de la Sierra. Por ahora tienen un importante proyecto con apoyo de la Gobernación, en el que están gestionando el NIT (Número de Identificación Tributaria) de su asociación para que puedan sacar sus productos al exterior.

“La medicina natural es nuestra fuente de vida, con lo que vendemos hacemos estudiar a nuestros hijos. Por eso es importante para nosotras que se conserve la Reserva de Tucabaca, porque ahí tenemos nuestra fuente de trabajo”, concluyó Frías. Para obtener los productos en la ciudad de Santa Cruz llamar al teléfono 78186587 (Javier Lavayen).

Los centinelas que resguardan la reserva

Incansables vigilantes que recorren los caminos, y conviven en las entrañas del Valle de Tucabaca, los 14 guardaparques del área protegida son los centinelas que protegen día y noche el interior de la reserva. Después de años de servicio la protección ya no es un trabajo para ellos, es una convicción. Y es que con el tiempo cada uno aprendió, en el contacto diario y permanente con la naturaleza, lo que es capaz de hacer la mano del hombre.

“Antes de ser guardaparque yo me dedicaba destruir con la cacería, pero luego me di cuenta que había mucha depredación y que era necesario conservar todo lo hermoso que teníamos en Tucabaca. Cambié mi escopeta por una cámara fotográfica”, relata Folker Taceó Frías, guardaparque de la reserva desde hace 8 años.

La extracción de madera, la cacería y los avasallamientos son los principales problemas con los que tienen batallar. “Es por ello que se establecieron estratégicamente puestos de control para que el personal realice patrullajes y se les haga relevo”, explica Edén Suárez, jefe de protección de la reserva.

Guardaparques

Otro gran inconveniente que han empezado a sufrir en los últimos años es el turismo descontrolado. Taceó explica que el turista que llega de la ciudad viene con el objetivo de divertirse, y la mayoría no tiene conciencia, pintarrajean las rocas, escriben con cuchillos en los árboles, dejan basura, y no respetan las normas de seguridad. “Sin embargo, hay gente que es consciente de que este es un lugar hermoso que hay que conservar, y más bien ayudan dando observaciones y sugerencias para mejorar nuestro trabajo”, aclara.

Sin duda, los guardaparques son los mejores guardianes y conocedores de los misterios que encierra el Valle de Tucabaca. Fueron ellos durante la caravana quienes guiaron a todos, y fue gracias a su bravura y conocimientos de la zona que la comitiva atravesó todos los caminos de la reserva sin contratiempos.

“Va llegar un momento en que el agua va faltar, por eso era importante que la gente venga y conozca para que comprenda la importancia de esta serranía. La gente tiene que saber que es muy importante cuidar estos recursos, porque son ellos los directos beneficiados”, concluyó Suárez.

Tucabaca: un nombre que reinvindica sus raíces chiquitanas

Conocida hasta hace unos años como Tucavaca, el nombre de la reserva fue modificado para reivindicar sus raíces chiquitanas, ya que en esta lengua no existe la letra V. El nombre deriva del chiquitano “Tukabash” que es el nombre de un ave de la región (Tapacaré), y que en plural se escribiría como “Tukabaka”. Se conoce que el ave que da nombre a esta región vive en las orillas del río Tucabaca y tiene como característica principal crear sus nidos cerca de donde se encuentran sus padres, lo que refleja en cierto modo la esencia chiquitana de los fuertes lazos familiares.

 

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